En la calle Loreto y Chicote de Madrid, a la espalda de Gran Vía y donde teatro y ciudad se hacen carne, reposa en el número 9 ‘Microteatro por dinero’, el sueño que hace 15 años tuvo Lola Baldrich y que a lo largo de cuatro salas da cabida a decenas de funciones cada semana con un mismo hilo conductor: quince minutos y puro teatro en salas de apenas unos metros cuadrados donde quince espectadores se abrazan a un elenco al que incluso pueden oler.

En la sala 2, desde hace unos días y hasta finales de este mes, luce el cartel de ‘Mucha mierda’, texto que tuvo su génesis en la cabeza de Nancho Novo y que ahora, a las órdenes de la propia Lola Baldrich, ejecutan por turnos Ana Molina, Alejandra Artero, Silvia Almenara y Estefanía Perea, combinándose hasta la locura y dando mil y una vidas a lo que un día se escribió en el libreto.

Lola Baldrich explica a Europa Press que fue en el año 2009 cuando uno de los directores de la serie ‘El Internado’, donde ella trabajaba, propuso a un grupo de actores y guionistas poner en marcha una acción potente en materia de microteatro, y tirando de un prostíbulo abandonado en el entorno de la calle Ballesta, en pleno centro de Madrid, se interpretaron trece historias sobre prostitución en un formato para no más de quince espectadores cada una y en quince metros cuadrados de sala.

Una idea inicial que estaba viva y que fue cogiendo forma hasta el punto de que la propia Baldrich tuvo que hacer 17 funciones en una sola tarde.

Y, de ahí, hasta la génes de Microteatro, que quince años después programa de martes a domingo con funciones adaptadas a todos los horarios, «con comedia, con drama, un teatro de quita y pon» donde es el elenco el qye se encarga del montaje exprés en una estrategia de «teatro encapsulado».

El formato permite experiencias que no se encuentran en los grandes escenarios, tal y como relata la artista: «Si el actor o la actriz huelen a sudor, tú le hueles… cosa que tiene su aquél. Todas las cosas se notan. Es otra experiencia, teatro de proximidad».

En quince años, una idea que ha servido también como cantera de actores ha visto grandes alumbramientos. «Aquí se conocieron los ‘Javis’ y aquí empezaron a fabricar sus propios argumentos y sus sueños. Se enamoraron, como otras muchas parejas que se han mezclado y han vivido aquí experiencias vitales y profesionales».

Escuela no solo de actores, «sino también de guionistas, de directores» e incluso de público, un receptor del arte que en ocasiones vive en el microteatro su particular puerta de entrada a una disciplina de la que ya no se baja.

ORIGEN DE MUCHA MIERDA

La obra cumple ya 14 años desde que saliera de la cabeza del autor del texto, Nancho Novo, que escribió «una historia de dos actrices que se presentan a un casting, consus dimes y sus diretes». Una obra que radica en la comedia y que bebe también del musical, «incluso del ‘thriller’ y del absurdo».

Una función que además contiene «una última vuelta de tuerca» en cuanto al guion. Estefanía Perea, Silvia Almenara, Ana Molina y Alejandra Artero son las responsables de dar vida a las protagonistas en turnos de a dos, actrices ancladas en otros mundos profesionales, pero todas ellas «amantes y comprometidas con el teatro».

Un reparto «jovenm, elástico, ilusionado y bailarín» que se puso a sus órdenes y a quienes ellas dirige con las gafas de actiz puestas.

El pase se enriquece a cada puesta en escena después de las múltiples representaciones a las que se enfrenta, de manera que nada tiene que ver una representación con la inmediatamente anterior, hasta el punto de que lo que fue un texto entregado a las actrices ha terminado por mutar. «La han hecho suya, y eso es magnífico».

ANA MOLINA, DEL LAZARILLO DE MANZANARES A LA GRAN VÍA

Ana Molina (Manzanares, 1994), es una de las cuatro ases de la baraja en un elenco cien por cien castellanomanchego. En declaraciones a Europa Press, y sin ‘spoilers’, enseña la patita de una trama que pasa por «dos actrices que luchan por un papel protagonista», con una de ellas «con más suerte» que la rival. «¿Hasta dónde estás dispuesta a llegar por un papel? Serías incluso capaz de matar a tu contrincante por conseguirlo»?, plantea como cebo.

Una representación casi íntima en la que «todo el mundo forma parte de la obra», incluido el público, ya que «todo el mundo participa». Y es que el espectador «vive lo mismo» que las propias actrices, y «se mete en la piel» de unas protagonistas que van a un casting a conseguir un papel.

Aunque lleva toda una vida en el teatro, a donde llegó por la puerta de entrada del Lazarillo cuando tenía ocho años en su Manzanares natal, es una de las primeras veces en las que se sube a unas tablas en la capital. «Esto es un sueño, así que a seguir y a disfrutar de las obras que vendrán, que seguro que serán muchísimas», asegura la también periodista, que defiende ne todo caso que no concibe la vida sin el teatro.

ALEJANDRA ARTERO Y LAS ANTÍPODAS DE LO CANÓNICO

Alejandra Artero, toledana de corazón, pone en valor que la experiencia del microteatro «no tiene nada que ver» con lo tradicional que ofrece el patio de butacas. «Es algo totalmente inmersivo, es un teatro que no te permite quitar la mirada de lo que estás viendo y te hace mantener mucho la atención», asevera.

Sobre le público, asegura que incluso el más acostumbrado al teatro entiende que esta forma de disfrutar esta disciplina va más allá. «Es una experiencia que no tiene nada que ver, te saca totalmente del esquema habitual y se disfruta un montón».

De ‘Mucha mierda’ destaca que se trata de una obra «muy teatral» pero que también ofrece una moraleja «que le puede pasar a todo el mundo». «Cualquiera se puede ver reflejado. Ese es el mejor gancho».

Todo gracias a un texto que pese a tener casi 15 años de antigüedad sigue vigente, tal y como atestiguó su propio autor, y es que Nancho Novo fue a ver la obra hace muy poco.

ESTEFANÍA PEREA Y LA RECETA DEL TEATRO

Para la villacañera Estefanía Perea, esta píldora «es la verdadera esencia de la interpretación, refleja realmente el proceso de creación en cualquier obra».

Con varias funciones diarias, la representación de la escena «va cogiendo cada vez un matiz diferente» y se permite a las intérpretes «echarle sal». «Esto es como cocinar, que de tanto repetir la receta, siempre te sale cada vez un poquito mejor».

Para el completo disfrute de la obra, recomienda al público que venga «muy disponible» dispuesto incluso a «formar parte» de la obra. «Nosotras nos retroalimentamos muchísimo de su energía», indica, apelando al público a no venir «encorsetado».

Una experiencia para el elenco «agotadora y adictiva» que hace que todas ellas necesiten «cada vez más» y que sigan creciendo en la escena gracias a un público que cada vez es distinto.

SILVIA ALMENARA Y LA BUENA ESCUELA

Para la toledana Silvia Almenara (1997), el teatro «está influido por la magia del directo» y en el caso de ‘Mucha mierda’ «cada pase es diferente» porque el én «ocurre algo diferente», siempre mirando de reojo a la improvisación.

La mano de Lola Baldrich detrás del telón también es un punto a destacar por parte de Almenara, quien ensalza que pone a disposición de las actrices «todo lo bueno que ha aprendido de sus directores».

La disciplina del microteatro, asegura, «es una buena escuela» porque, según la actriz toledana, «da la posibilidad» de «rodar» mucho la pieza a representar, de modo que la última de las representaciones diarias abre el abanico de la improvisación y se puede incluso «jugar con el público».

Aunque no es la primera vez que hace teatro, «sí es la primera de un modo tan profesional», y una vez picada por el gusano del noble arte, tiene intención de no desabrazarse de las bambalinas.